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dilluns, 25 de juliol del 2016

Salmo de la mano de Dios

Señor, Tú sostienes con tun mano todos
nuestros momentos, sin cansancio ni olvido:
cada instante nos sacas de la nada,
nos haces nuevamente, concitando las mil
casualidades, que hacen que un cuerpo vivo
pueda seguirlo siendo...

Tú sostienes los miles de flores no miradas,
los ríos, aver y árboles; las olas y los vientos.
Te desvelas atizando la lumbre
de un insecto que pudo lo mismo no haber sido!

Acudes de uno en otro: de la piedra ignorada
en el fondo del agua al gusano que roe su madera 
como si eso pudiera serle contado un día.

Pienso el viento en el mar, clamando en soledad 
siglos y siglos 
-para dejarlo todo lo mismo que al principio-, 
desde el día que hablaste hasta el que calles...

Si yo toco una prieda
Tú me la has sostenido durante miles de años, 
velando cada día para que hoy estueviese.

¡Y tantas, tantas cosas,
tantos ríos corriendo sin descanso,
sin pararse a tomar aliento nunca,
tantos bosques y pájaros sin cesar floreciendo 
por si algún día un hombre
los mirase al pasar!

Sí; las cosas renacen de nuevo en cada instante
y ese bullir divino nos las hace ver vivas.
Vivas; o sea, alzadas en vilo
por la mano del Señor,
con temblor de su sangre...
José María Valverde

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